Contrahistoria presenta:
Ruta por el Madrid magnicida
Exitosos o fallidos, ataques directos a monarcas, régulos, regentes, presidentes de gobierno o primeros ministros, especialmente profusos en la maltrecha piel de toro desde mil años antes de empezar a ser ésta referida como reino de España, tuvieron por simple objeto acabar con la tiranía (tan afianzada desde el final del medioevo por el despertar absolutista en el viejo continente) o simplemente sustituirla por candidato propio. Tras, al menos, una docena de ataques documentados entre los siglos XV y XVIII, comenzando por el intento de apuñalamiento al consorte de Castilla, Fernando de Aragón, adquirirán éstos, de mano del surgimiento de la contemporaneidad, el desarrollo industrial, mediático o de las comunicaciones, los procesos revolucionarios detonadores de la ilustración, y el incipiente proletariado hasta la fecha, desconocida dimensión durante los últimos dos siglos.
Luctuosos episodios de corte conspirativo, idealista, sanguinolento, vengativo o misceláneo, acaecidos en tan notorios como, aparentemente, recónditos, desapercibidos o irrelevantes, puntos del viejo Madrid más castizo, amado y odiado foro por cuyas angostas callejas constreñidas pululaba, al menos hasta el traspaso de la cerca de Felipe IV, última línea de muralla cuyo derribo, a mediados del XIX, propicia la reordenación urbanística que, de mano de Castro o Moyano, moderniza un desordenado, oscuro y hediondo villorrio manchego que pasará de 200.000 almas al alborear 1800, a un millón de habitantes un siglo después, cuya investigación arroja la frecuente ampliación del círculo social en la sombra implicado en tales movimientos.
Efervescente panorama que imbrica pistoleros, pedagogos libertarios, románticos tertulianas, alcoholizados poetas esperpénticos de avezado histrionismo y, no pocas, mañas en el arte de la picaresca, bandoleros, barateros, golfemios, trogloditas, chisperos, quincalleros, esoterizadas hermandades criminales, bandas rivalizando por el territorio en lo que a sicarios, robo de carbón, resurreccionismo, prostitución o secuestros se refiere, teósofos, suicidas, prohombres, masones, incendiarias partidas literarias, trileros, maleantes comunes, gudaris, republicanos, txulapas o cigarreras.
En definitiva, desde los más miseros bajos fondos, en forma de poblados azotados por las paulatinas epidemias de tifus, viruela, escarlatina o colera, bautizado este huésped de Ganges por el bueno de don Benito Pérez Galdós, como las injurias o las cambroneras, plazuelas sedes de ejecuciones, autos de fe o clandestino mercadeo de armas, venenos o asesinos, hasta las mismas entrañas del mayor palacio real de Europa, actual sede dinástica borbónica. Ello pasando por tascas, cafés, buñolerías, logias, tabernas, camposantos o rotativas de diarios regadas de incendiarias odas regicidas e himnos al puñal alentados por literatos, pintores, gacetilleros o antifascistas comités clandestinos albergados en particulares salas de estar, a menudo presididas por una, tan divinizada como delatora, reproducción del Gernika, o sótanos de tardo franquistas parroquias de extrarradio, donde, de modo siempre provisional, eran emplazados multicopistas o ciclostiles de manivela, con los que tirar millares de octavillas esparcidas desde, a ser posible, el portón trasero de un vehículo con callejera nocturnidad.
Escenarios históricos del Madrí ácrata, magnicida, nihilista, suicida, bohemio, oculto y bandolero. Un itinerario antituristico nocturno.
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Ácratas, teósofas, masones, nihilistas, milicianxs, gudaris, dinamiteros, golfemia, dandys, apaches, quincalleros, espiritistas, chulapas, brigadistas, squaters, pandilleros, hermandades criminales...